junio 04, 2009


Perdida aquí en mañanas con tres soles

y múltiples visiones

montañas transparentes

anémonas de luz

partículas de amor

y...
un trance
Entre lo que se me fue contigo y lo que tú me dejaste, hay algo que se divierte dejándome inerte, incapaz de reaccionar. El otro día traté de ver que era, y aunque sólo una vez casi muero, este asomo pareció la segunda ocasión. Es increíble como un vacío tan grande puede caber en un cuerpo tan pequeño [el mío] hasta asfixiarlo.
Fui al doctor y me dijo que lo mío "ya no se veía mucho en estos días". Sutilmente me llamó loca y me dijo que lo más que podía recetarme "eran ansiolíticos". Sí, tal vez debí nacer en otro momento, pero no fue así. Si, ya no se ven síntomas como los míos hoy día. También lo sé.
Me tomé las dichosas pastillitas, esperando que me quitaran esta cruda de quererte. Enferma de ansías de devorarte, corrí para darte un beso y propinarte rasguños y te amos a un mismo tiempo. Te metí dentro de una botella de cristal rosado, que alejé soplando. La mandé directito a la chingada...

Y ahí me fui contigo. Para soplarte anémonas embriagantes en los ojos, mientras me contagias en besos opiacéos que pretenden anestesiarme largamente. Distraído como estabas, me desprendí del cuerpo este hoyo negro entre corazón y barriga. Y ahí te dejé.

Bañada en orgullo, me incorporé de nuevo a la rutina, repleta de buenastardesenquepuedoayudarle?, desayunos a la carrera, mañananosvemos y noshablamosluegosalimos que nunca llegan [como se suponía que pasara contigo].

Jodido y todo, te reapareciste, siendo el símil perfecto de un pinche gato callejero con 9 vidas. Te quería matar y fui con una curandera para hacerlo. Me dio un centenar de tés y ungüentos que olían a madres. Que si el vudú, que si no quería hacerte una salación, el amarre, la tierra de panteón, muelas de muerto.

Le dije que con las pomaditas de ni me mires ni me toques era suficiente. Pero para que hicieran efecto tenía que ir a un ojo de agua [depósito natural de agua pa' que tú me entiendas] y frotarme el cuerpo con un imán para limpiar mis energías. El escepticismo de que me vanagloriaba se fue más abajo que la reputación de Tiziano Ferro cuando nos dijo bigotonas [sí, a nosotras, las mexicanas. Ya te había contado]. Aquí estoy, después de 3 horas al volante pasando por pueblos, pueblitos y pueblotes, rancherías de niños encuerados y olor a tortillas, pregunte y pregunte por el ojo de agua.

Vi el letrero de la tierra prometida, saqué mi morral y medio me encueré para entrarle al agua. Estaba bien pinche fría y no dejaba de tiritar. Sumergí la cabeza y para mi pinche colmo, por abrir los ojos ahí te vi. Me quedé sin palabras y aprovechaste para decirme:

-¿Para qué querés ese magneto, flaca?
- No vas a creerlo...
- Lo sé todo flaca, no necesitás explicarme nada más
Me dieron ganas de llorar de lo bien que me conoces. Te acercaste a mí, pasando tu mano por mi cabello corto. Sonreíste y te alejaste nadando hacia un fondo interminablemente diáfano y azul aqua marina. Yo seguí el rastro volátil, perfume de anémonas que el otro día aventé en tu rostro.

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